El mar, o cómo matar a la gallina de los huevos de oro

Articulo de opinión del diario Información(17 Agosto 2011):


CARLOS BONET
Al hilo de la noticia publicada en el día de ayer en INFORMACIÓN, referente a la presencia de numerosas balsas de aguas fecales en las proximidades de la desembocadura del río Seco, en El Campello, cabe preguntarse cómo es posible que, a estas alturas de la vida, y sabiendo lo que sabemos, continuemos permitiendo la perpetuación de unos métodos de eliminación de aguas fecales e industriales de una forma tan disparatada e inadecuada a nuestro tiempo y necesidades.
Sorprende que solo se alce el clamor de protesta de los ciudadanos cuando un accidente mecánico, o un error humano, provoca el vertido de aguas fecales en un lugar visible y próximo, cuando la realidad es que permanentemente se produce el vertido de miles de metros cúbicos de aguas contaminadas a nuestro mar. Nos conformamos con no ver, felices por alejar de nuestros ojos la inmundicia y los malos olores del agua contaminada por nuestros hogares e industrias. Como prueba de ello, basta contemplar la conformidad y contento del vecindario de la Albufereta cuando se gestionó que los vertidos contaminantes se alejaran de la costa unos pocos miles de metros, pasando de los 400 iniciales, a apenas tres mil más lejos. Los miles de metros cúbicos de agua contaminada por todo tipo de metales pesados, productos químicos del hogar y de la industria, siguen siendo los mismos, el daño a nuestro ecosistema marino idéntico. También es igual el deterioro de las aguas en donde se alimentan los peces y mariscos que luego comemos, felices, bajo la aparente protección del acreditado eslogan de "pescado de la bahía".
Somos un país que vive del turismo, y dentro de él nuestra Comunidad es una de las más dependientes de la riqueza que se genera con la presencia masiva de millones de turistas cada año en nuestras costas. Y pese a ello, seguimos sin darnos cuenta que "estamos matando a la gallina de los huevos de oro" al soslayar la enorme e imprescindible trascendencia de ofertar a nuestros visitantes y turistas una calidad optima del medio ambiente que vienen a disfrutar: el mar. No demasiado lejos de nuestra costa, en Baleares, por ejemplo, el mar, nuestro mismo mar Mediterráneo, el mismo, no otro, ofrece aguas muy diferentes en calidad y aspecto. Pero aquí nosotros seguimos sin exigir a nuestras administraciones que el agua residual de ciudades o industrias sea efectivamente tratada y depurada, y consecuentemente con esa nula exigencia, nuestros administradores, más preocupados por la inmediatez de lo que sí se ve, perpetúan un sistema de depuradoras obsoleto e incapaz de reaprovechar el agua residual para otros fines, como el regadío de los campos de golf, el uso agrícola o el riego de nuestras calles. Las depuradoras, superadas por la avalancha humana de los veranos y tecnológicamente mal diseñadas, son incapaces de eliminar, ni siquiera por decantación, los lodos acumulados en sus insuficientes embalses y piscinas de depuración, viéndose obligados a arrojar al mar miles de metros cúbicos de aguas fecales, repletas no solo de desechos humanos, sino también de enormes cantidades de productos químicos, sin ningún tratamiento o depuración.
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