Diario Información:El agua, problemas y soluciones

Diario Información, 04.01.2014

CARLOS DE AGUILERA
Fueron los mariscales napoleónicos los primeros que advirtieron al emperador la dificultad de invadir la Península Ibérica en las primicias del siglo XIX. Advirtieron al corso que, una vez traspasado el Pirineo, los ejércitos atacantes se encontrarían, cara al sur, con otra cordillera cada cien millas más o menos. Y entre montaña y montaña, un río que habría que cruzar sin que en su camino se encontraran demasiados puentes; por otra parte, fácilmente defendidos por los españoles. La geografía influyó mucho más que las armas y el arrojo con que fueron usadas contra la invasión tuviera efecto.

Y en el siglo pasado, cuando una vez ocupada Alemania, los ejércitos de Hitler tenían acantonadas doscientas divisiones acorazadas en la llanura central europea, fue el propio «premier» británico, sir Winston Churchill, quien alertó de la existencia de las cinco murallas naturales de la Península. Pirineos, Sistema Ibérico, Cordillera Central, la Bética y la Penibética. Y las cinco corrientes de agua, el Ebro, el Duero, el Tajo, el Guadiana y el Guadalquivir.


Estas cinco circunstancias no han hecho sino comprobar las diferencias. Si se toma el tren en la frontera francesa, se puede viajar tranquilamente hasta más allá de Moscú sin pasar ni un solo túnel. Las montañas europeas quedan al sur de esta línea. Y por esa inmensa llanura circulan los ríos de Europa, uno solo de los cuales lleva más agua que casi todos los ríos ibéricos juntos.

Puestas así las cosas, y añadiendo al saco la climatología –esa que produce las naranjas, los tomates y las fresas– y sus imprevisibles pero seguros periodos de sequía, es lógico pensar que no es el agua que tenemos lo único que de aprovecharse. Existe otro elemento sideral, el sol, del que depende la vida vegetal y como consecuencia la humana. Y también mirando esas mismas cosas sabemos que es la radiación solar el factor de mayor peso en la bondad de nuestros productos. Tenemos en nuestro país más de mil endemismos (mil cuatrocientos si contamos Canarias) que precisamente por esa escasez de agua constituyen por un lado la rareza biológica y por otro lado la posibilidad de aumentar el valor de nuestra agricultura. Se sabe perfectamente que esa nómina de endemismos (especies arbóreas aprovechables, frutas exóticas, individualismos comestibles, vegetación unitaria, cítricos, aceites y demás) es o puede ser la base de buena parte de la alimentación europea. Y que el cultivo de estos productos necesita el imprescindible aporte de agua.

Y el aporte de agua de los ríos españoles es deficiente. Hace falta más caudal y mejor distribución. La agricultura –«totem» milenario que nació con el hombre– se basa en el mejor aprovechamiento del agua. Y dado que en nuestra península hay poca, y dado que no hay forma de que haya más, es necesario buscarla del mar, inagotable fuente que la naturaleza puso ahí cuando las impresionantes fuerzas creativas del cosmos así lo dispusieron. Y corresponde al género humano adecuar cada cosa en su sitio y cada tiempo su lugar. Estamos en la época de la desalación. Sacar agua del mar para regar los campos es absolutamente necesario. Y, además, ya sabemos hacerlo. Nos encontramos pues ante la tesitura de saber colocar cada pieza en su sitio. Esta figura se llama ordenación del territorio. Y esta ordenación –muy sencilla de elaborar sobre el plano– está tropezando con otros intereses no precisamente agrícolas. Uno de ellos es el coste de la energía, el coste de llevar el agua donde no hay sacándola de donde hay. Sacarla del mar mediante el uso de una energía que asombra por su potencia pero que, sin embargo, el ser humano es perfectamente capaz de resolver. Y esta energía es la solar. Y esta energía puede ser el contrapeso de lo que cuesta sacar de la tierra –de los ríos y de los montes– la poca agua que existe. Es asombrosa la potencia que en cada momento nos envía el sol, mañana, tarde y noche. Tiene que haber un sistema educativo eficaz –también desde la escuela– que exprese en números asequibles a cualquier cómo aprovechar el agua del mar para producir energía. La transformación de la energía solar en otro tipo de fuerza ya está conseguida. La base de su economía consiste en el uso y aprovechamiento de la radiación, auténtico motor de transmisión de la energía solar a la tierra. Y España es la nación mediterránea que más radiación recibe, muy por encima de las demás naciones europeas.

Es decir, emplear el sol para sacar agua del mar sin necesidad de que nuestros ríos se sometan a sistemas de extracción que carecen de la continuidad que produce el sol. Y al mismo tiempo, instar a la economía a que compagine los gastos y encuentre –si lo desea– el equilibrio económico necesario. Creemos que es factible.

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